POEMAS DE JOSÉ GARCÍA NIETO


José García Nieto nació el 6 de julio de 1914 en Oviedo y falleció en Madrid el 27 de febrero de 2001. Poeta, escritor, periodista  y dramaturgo perteneciente a la generación poética de la posguerra española, su poesía es de corte garcilasista. Galardonado con el Premio Cervantes en 1996,  entre otros muchos, por el conjunto de su obra. 



Ir y venir de todas las memorias...

Ir y venir de todas las memorias
que el alma, olvidadiza, desenreda;
verse hombre solo, antiguo y solo, errante;
ver que todos los tiempos están cerca.


De un golpe, como hermosos corazones,
yacen los capiteles en la hierba
y encuentran hecha luz como un milagro
la flor silvestre de la primavera.


Se hace el acanto vegetal y tierno;
el hombre lo acaricia y algo tiembla
debajo de su mano; le parece
que un cuerpo estremecido se despierta.


¿Puede latir la sangre por los pulsos
ante la soledad de esta belleza
cuando todo se para en un intento
de detener la dicha verdadera?


Llueve un poco, tímidamente llueve;
brilla el mármol, el árbol de la piedra;
por un instante sólo, esta columna
alcanza con sus hojas las estrellas,


Que están, que van a estar, que acaso miran,
que mirarán desde su noche eterna
el desamparo de los que caminan
sin amor por la sombra de la tierra.


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Soneto a una muchacha enamorada

Si de algo supe fue de amor. Lo digo
con miedo, con ternura, con futuro
para rendir mi cuenta. Sí; lo juro:

si de algo sé es de amor, y él es testigo.

El es a un tiempo apoyo y enemigo,
él lo más miserable y lo más puro.
a ti te acecha en tu desvelo oscuro,

y yo, sólo, entre sueños, lo persigo.

Pero, aunque sé de amor y nadie sabe
tanto de amor, ni amor mismo, no cabe

en otro amor mi tiempo y mi amargura.

Desde tu amor no sabes tu del mío.
Ni yo del tuyo sé. No sabe el río
del agua pura y niña de la altura.


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Piedra y cielo de Roma

Ese dedo de Dios, eternamente
acercándose al hombre -y no lo toca-,
ese soplo encendido de su boca
que da sentido a un torso y a una frente,

ese ser poderoso y derribado
que recibe la llama de la vida
en la carne, de amor estremecida,
en el barro, de amor humanizado,

no son tuyos; no has sido tú el maestro,
ni el creador, ni el oficiante diestro;
no era tuya la mano que pintaba.

Eras el obediente y conducido.
Dentro de un paraíso, aún no perdido,
también a ti el Señor te señalaba.


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Oferta

Voy hacia ti, luz y fe por ti logradas,
con el valor del labio y de la frente;
todo mi ardor, ya sed en tu corriente,
destino entre tus manos sosegadas.

Traigo una nueva vida a tus miradas
en triunfo conseguida; tibiamente
iré dando a tu anhelo transparente
este retorno cálido de espadas.

Labraré el alto cauce. Por tu río
toda mi voluntad será la rama
que doble al paso fiel de tu navío,

y en el rizado encaje de la estela,
iré buscando el ángel que me llama
desde tus limpios ojos de gacela.


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No sé si soy así ni si me llamo...

No sé si soy así ni si me llamo
así como me llaman diariamente;
sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo.


Lluvia sin ocasión, huerto sin amo
donde el fruto se cae sobradamente
y donde miel y tierra, juntamente,
suben a mi garganta, tramo a tramo.


Suben y ya no sé donde coincide
mi angustia con mi júbilo, ordenando
esta razón sonora y sucesiva.


Y estoy condecorado, aunque lo olvide,
por un antiguo nombre en que cantando
voy a mi soledad definitiva.


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Mujer, quiero ya huir, quiero sentirte...

Mujer, quiero ya huir, quiero sentirte
tan distinta, distante, adivinada,
que el tacto sea ajeno a la llegada
y aun el sueño incapaz para fingirte.

Tan lejos que no pueda orarte, herirte
-blanco de mi plegaria y mi lanzada-;
que seamos, tú, carne en ala alzada,
y yo, babel de amor por conseguirte.

¿No ves que a este velarte y revelarte
se sublevan mis brazos maniatados
en el deleite o cruz de tu presencia?

Sombra me alcanza ya de no alcanzarte.
y tengo verso y sangre preparados
para vivir la muerte de tu ausencia.


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Lastres

Canta el mar a mis pies, canta y resuena,
y dice su mensaje apresurado
hasta escalar la soledad del prado
donde otra playa de verdor se estrena.


Se ve en la hondura el oro de la arena,
la sangre de la ola, en el tejado,
ya allá, el azul del cielo, traspasado
por la niebla que al monte se encadena.

Amor del que nací, vuelve y empieza
de nuevo donde surge la belleza
y hace jugoso todo cuanto toca.

Corazón enredado, sal si puedes,
o besa entre los hilos de estas redes
la misma sal de aquella antigua boca.


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 Joven para la muerte

Arrojado a tu luz madrugadora,
me muero niño y soy todo un deseo
de varón en continuo jubileo
hacia tu corazón de ruiseñora.


De trino escalador junto a la aurora
eres, y voy a ti, y hay un torneo
donde la algarabía del gorjeo
triunfa de mí y en mí se condecora.


Arrancados de un sueño o de una fuente,
por tu espada los límites del nardo
me mintieron temprana primavera.


Y estoy ahora por ti tempranamente,
como nadie, de amor herido, y tardo
en morirme de amor como cualquiera.


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En la distancia

Perlora, en la distancia, recordarte
es dar al sueño una verdad lejana;
es como oír de nuevo la campana
de aquel mar que florece al golpearte.


Qué fábula, qué magia pudo darte
entre el verdor la gracia ciudadana:
una distinta luz cada ventana,
una lanza el maíz por cualquier parte?


Te pienso aquí y te sé en la tierra mía.
Era una vez... Y nadie me creía.
Pero yo te he tenido, y he tocado


tu piel que bajo el cielo se serena:
aquí, Carranques, dos labios de arena,
allí, Candás, como un navío anclado.


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El hacedor

Entra en la playa de oro el mar y llena
la cárcava que un hombre antes, tendido,
hizo con su sosiego. El mar se ha ido
y se ha quedado niño, entre la arena.


Así es este eslabón de tu cadena
que como el mar me has dado. Y te has partido
luego, Señor. Mi huella te ha servido
para darle ocasión a la azucena.


Miro el agua. me copia. Me recuerda.
No me dejes, Señor; que no me pierda.,
que no me sienta dios, y a Ti lejano...


Fuimos hombre y mujer, pena con pena,
eterno barro, arena contra arena,
y sólo Tú la poderosa mano.


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Sí; tú eres el amor. Y nadie enfrente...

Sí; tú eres el amor. Y nadie enfrente.
No hay nadie al otro lado. cuando besas
vas a tus mismos labios, y regresas
vacía para buscarte inútilmente.


está sólo el amor. No de repente.
En el origen ya, ya en las promesas,
juntas las manos y las alas presas,
llora el amor su soledad naciente.


Porque eres tú el amor. Y nadie ayuda
a librar la batalla. Surge, muda,
ciega, una sombra cerca... ¿Es el amante?


¿O es el mar del amor, donde se acaba
todo el caudal que la pasión llevaba,
bebiendo eternidad en un instante?


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Tú eres el corazón con lo vivido...

Tú eres el corazón con lo vivido;
en ti está todo lo que atrás vamos dejando,
lo que hemos ido con pasión amando,
definitivamente ya perdido.


En ti vemos las gracias que se han ido,
los paisajes y el cielo de ayer, cuando
las cosas que ahora sigues recordando
flotan sobre las aguas del olvido.


Pero vives y estás: claro y pequeño,
miras aquellos prados, aquel sueño
tan lejano, las rosas de aquel día.


Crees que puedes cambiar toda la suerte
y, aunque vamos derechos a la muerte,
vives de lo pasado todavía.


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