LOS CULPABLES DE TODO

Este es el artículo de Javier Cercas que al parecer ha sentado tan mal a ciertos sectores de Cataluña y está por ello siendo apaleado.


Los culpables de todo
A principios de agosto declaró Artur Mas que “la recuperación económica tiene acento catalán”, porque “en Cataluña las cosas se hacen mejor”. El optimismo de nuestro líder independentista es imbatible: lo acosan problemas descomunales, pero allí sigue, impertérrito y sonriente, prodigando buenas noticias. En el fondo es natural: para los independentistas catalanes ya todo es una noticia favorable; quiero decir, una noticia que hace la independencia, más que necesaria, imprescindible: pase lo que pase, se diga lo que se diga y lo diga quien lo diga (Merkel, la Comisión Europea, el BCE, el FMI o el sursuncorda), la independencia de Cataluña es la solución a nuestros problemas. A estas alturas el independentismo, que intentó meritoriamente presentarse como un proyecto racional, ya es sólo un acto de fe (como enamorarse o creer en las brujas, que por cierto también eran meritoriamente presentadas como reales), y quien no es capaz de compartir la fe o la pone en duda, como Raimon, se convierte en un hereje o, lo que es peor, en un nacionalista español. Como el ladrón cree que todo el mundo roba, el nacionalista cree que todo el mundo es nacionalista, igual que si el nacionalismo fuese congénito al ser humano y no un invento romántico con apenas dos siglos de existencia. Así que, según Mas, cuando las cosas van mal, los responsables son los españoles, pero, cuando van bien (o parece que empiezan a ir bien), los responsables somos los catalanes.
Tiene toda la razón. En realidad, lo que hace Mas no es sino llevar a la exasperación (o al ridículo) un instinto fundamental de los hombres: responsabilizar a los demás de nuestros males; esto, que a la larga es catastrófico, de momento provoca un gran alivio, una satisfacción total, porque significa que el responsable de mis males no soy yo. Si bien se mira, es lo que, quién más quién menos, hace todo el mundo. Semanas atrás contaba en esta columna que, de un tiempo a esta parte, la gente de mi generación –cuarentones y cincuentones que no hicimos la Transición–hemos encontrado un culpable de todas nuestras desdichas políticas, económicas y morales: la Transición; es decir: papá y mamá, que fueron quienes hicieron la Transición. No importa que desde la Transición hayan transcurrido más de treinta años y que en todo este tiempo nosotros no hayamos hecho nada para arreglar lo que había que arreglar: los culpables siguen siendo papá y mamá. Por otra parte, para el Gobierno del PP el responsable de nuestros males fue el Gobierno del PSOE, que gobernaba cuando estalló la crisis, y para el PSOE el responsable es el Gobierno del PP. IU y UPyD consideran que el mal es el bipartidismo PP-PSOE, mientras que Podemos sostiene que la mala es toda la clase política, incluidos IU y UPyD. Los ciudadanos consideramos por nuestra parte que la culpa es de los políticos, incluidos –dentro de dos días– los de Podemos. Sobra aclarar que esta pasión por la irresponsabilidad no es una tara nacional. Para Marine Le Pen y Nigel Farage, que arrasaron en Francia y Reino Unido durante las últimas elecciones europeas, los franceses y los ingleses no son los responsables de sus desdichas, qué va, sino Bruselas o, en su defecto, Merkel. Netanyahu no se siente en absoluto responsable de los casi 2.000 muertos de Gaza, y Hamás está seguro de que el responsable único de la matanza es Netanyahu. Quien crea que Hitler sintió alguna vez remordimientos por la muerte de cincuenta millones de personas es que aún no se ha enterado de cómo funcionamos los hombres. En cuanto a mí, ¿quién tiene la culpa de que no haya escrito El Quijote, Moby Dick o El proceso? Mi madre, que me educó fatal. ¿Y quién tiene la culpa de que, a mi edad, todavía vaya vestido como un alumno de los maristas, con la camisa llena de lamparones? Mi mujer, que me compra la ropa. ¿Y quién tiene la culpa de que cada uno de mis libros no venda dos o tres millones de ejemplares como mínimo? Mi editor, que aún no se ha enterado de que soy un genio. ¿Y quién tiene la culpa de que cada semana no se publiquen tantas cartas al director elogiando entusiastas mis artículos como las que se publican elogiando los artículos de Javier Marías? El director de este suplemento, que la tiene tomada conmigo.

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