POEMAS DE ADRIANO DEL VALLE


Adriano del Valle Rossi nació en Sevilla el 19 de enero de 1895 y falleció en Madrid el 1 de octubre de 1957. Poeta de la generación del 27. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1933.






El Secreto


A orillas de la fábula, secretamente mía,
desde el árbol de sangre donde nace el latido
que se asoma a tu pulso, tu lengua, flor mojada,
era un sésamo oculto para el paisaje mórbido
de tu floral desnudo, desgajado en pudores
y amorosas laderas silvestres, en la sombra
de tus senos en vilo, colmenas del enjambre
cuyo vuelo guiaba el beso más antiguo.

Sempiternas colinas con pétalos y zumos,
el sí y el no acertaban, dudoso de tu aroma;
áureo botín de besos, acosadas axilas,
fugacísima imagen traída en tus relámpagos,
abriéndome entre lirios palomas y moluscos.
Y tú, ya casi un claro de luna en tus pestañas,
arcángel sin edad eras sencillamente.

Y acueducto sin lluvia, la luz del arco iris
nos volcaba el secreto flamígero del beso,
la soledad abriendo a nuestras almas juntas
donde las aves urden sus alcobas de trinos.
¡Oh amada mía! Siempre tu inaccesible cumbre;
y ya en ti, me despeño virgíneamente tuyo,
cuando el aire y el río te huelen desde cerca
el tatuaje invisible de la piel de tu aroma.

Y entonces, voy bajando por la rampa del grito,
del fulgor y la piedra, del viento y de la nieve;
ave soy rubricando con el vuelo las cumbres;
Ángel Caído soy recluido en tus ojos,
mordiendo en tu cabello sus pendulares frutos,
desplegando en mi torso su funeral bandera,
tu ardiente cordillera midiendo con mis brazos...

Con mi equinoccio envuelvo tus claros hemisferios
de antípodas caricias, cuando exploran mis besos
la tibia sangre nómada de tus venas azules.
La luna era el ex-libris del éxtasis nocturno,
tallo de flor nacido de tu propia semilla,
soledad sin los árboles que sostienen el cielo,
la delicia ignorando de beber en tu lengua,
como la piedra ignora el lenguaje del pájaro.

Si el beso no era un símbolo creado en tu homenaje,
su corola en tu hálito tuvo pétalos dulces
para impregnar la tierra con mieles suficientes
cuyo dulzor brotaba de la raíz del mundo.
Te conocí en el lecho mineral del planeta,
mientras tú apaciguabas la luz en la montaña...
Cósmicamente mía... Norte, Sur, Este, Oeste,
nupciales, cuatro vientos te velaban el sueño.
 
                         OOOOOO
 
 Horario Sentimental

ASTURIAS. Mi adolescencia. Había en la rada un velero 
que estaba cargando sidra, fletado por un sidrero; 
yo soñaba con mi novia, la hija del estanciero; 
mi novia, flor de los trópicos, luna azul del ecuador. 
Sonaba un dejo de gaita y un redoble de tambor…

Todas las noches leía "El crimen del padre Amaro"; 
por las páginas del libro cruzaba la luz de faro 
de vez en vez…De luceros se llenaba mi ventana, 
flora estelar del jardín que regará la mañana 
con su manguera de luz. Yo soñaba, yo leía… 
Mi adolescencia bogaba, soñando, por la bahía…

Mi abuelo Manuel del Valle, fue capitán de un velero 
como aquél que en la bahía carga sidra de un sidrero. 
Dan las doce de la noche. El reloj, sobre el testero, 
con su péndulo – tic tac- junta horario y minutero. 
Canta el cuco – cu cu cu cu…-en su idioma relojero.
 
                           OOOOOOO
 
 A Fiésole

Esparce su dorada agrimensura,  
riego templado en sol, la luz celeste,  
a Fiésole, al jardín, al soto agreste,  
al ave, al ruiseñor de la espesura.  

El gótico ciprés, y en su verdura  
los céfiros y arpegios del Oeste  
que Florencia le envía. Su entorno es éste 
y el Arno es longitud y el Domo altura.  

Aquí tiene el silencio voz de hormiga  
y soledad el agua restaurada  
y el arco tiene en Dios su excelsa clave.  

Su ¡Ave, César! entona ya la espiga,  
gladiando con la hoz su rubia espada,  
y reza en el ciprés, cantando, el ave.
 
                   OOOOOOOOO
 
A Nápoles
 
Nápoles apareja sus jardines  
y ofrece al pez, virgíneas, sus corolas,  
sus anclas de azahar, sus amapolas,  
su pulso en flor, su anzuelo, a los delfines.

Toman baños de sol los bergantines.  
La lava baja al mar en rompeolas.  
Pompeyas de coral cuajan las olas.  
La sal sabe a limón, sabe a jazmines.  

Y en náutico cristal, la alegoría  
del foque y el jardín... Mesa revuelta  
que congrega al balandro y al tranvía  

con el Vesubio, allí, casi en la puerta...  
Y Capri en la azulada lejanía  
de un sueño organizado a pierna suelta.
 
                  OOOOOOOO
 
Al lago mayor
 

El reino mineral, vítreo, derrama  
su doblado país, cúbico apenas,  
y eslabonando peces y, azucenas  
boga el reloj, el pétalo y la escama.  

La luna, deshojándose, embalsama  
raíces de balizas y cadenas.  
Calafatean lagartos y sirenas.  
Zarpa el trino al socaire de la rama.  

Se abre de par en par al embeleso  
el agua sosegada entre las flores,  
con goznes de suspiros y amapolas.  

Dulce molusco, al aire se abre el beso  
y derrumban los peces voladores  
sus castillos de escamas en las olas.   

            OOOOOOOO
 
Luces de la ciudad bajo la noche
 
Luces.  
Rosas de luces que se encienden  
en explosiones silenciosas  
hasta irrumpir en las retinas  
en mil fracasos,  
multiplicados por los horizontes  
y por el inmenso estuario  
azul  
del mar.  

Luces.  
Luces que surgen,  
suavemente,  
o bien con el ímpetu estelar  
con que fluiría la sangre  
a los miembros que hubiesen sido cercenados 
sobre un tajo de estrellas.  

Luces que se sumergen en el río,  
y tiemblan,  
como flores de légamo,  
o como rojas pupilas de borrachos  
que vomitasen vinos hediondos  
desde los pretiles de los puentes.  

Luces que brotan a la vida nocturna,  
en los cristales y en las torres,  
como rescoldos de la hoguera  
purpúrea del crepúsculo  
en que murió la tarde,  
voluptuosamente  

 [...]  

por los rayos del sol  
herida por las jabalinas temblorosas  
de los relámpagos del estío.  

Luces de la ciudad  
que irrumpen en la noche  
ya poblada por el zumbido  
de las mil abejas del silencio.  

Luces que surgen en la sombra  
como rosas de sangre  
que fuesen extravasadas por las lunas  
de las ánforas plenas  
puestas en los intercolumnios de las vírgenes.  
Luces de las constelaciones  
que son como las mamas prodigiosas  
del torso azul de Urania  
que rezuman estrellas encendidas  
sobre los vastos finares y los ríos.  

Luces misteriosas de San Telmo  
ebrias sobre los mástiles,  
que están como empavesados con estrellas.  
Luces que en las cúpulas son pájaros  
de rotas alas temblorosas,  
nostálgicos de sol bajo la luna  
y ansiosos de partir en un gran vuelo,  
sobre los naranjos y sobre las salinas,  
en la fresca mañana ribereña,  
que traerá más luces aún  
en las blancas banderas de la aurora... 
     
                        

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