SONETOS DE FERNANDO DE HERRERA


Fernando de Herrera, apodado "El Divino", nació en Sevilla en 1534 y falleció en 1597. Poeta, historiador y crítico. Pertenece a la escuela poética sevillana del siglo XVI y su estilo comienza con el clásico renacentista Garcilaso hasta el estilo barroco de Quevedo y Góngora.




Si fuera está la misma belleza

 Si fuera esta la misma de belleza   
 luz que mi dulce rey pintó serena,   
 juzgando lo que siento de mi pena,   
 pensara en ella ver vuestra grandeza;   
 
 mas tanta gloria y bien mortal flaqueza  
 no admite, y del deseo me condena,   
 que Amor no sufre, oh celestial sirena,   
 ni sufre veros cerca vuestra alteza.   
 
 Y es justo; que si viera de otra suerte,   
 creciera con tal ímpetu mi llama,  
 que mis cenizas fueran los despojos.   
 
 Mas, oh dichoso yo si de tal muerte   
 acabara; que el fuego que me inflama,   
 cual fénix me avivara en vuestros ojos. 
 
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Rojo sol, que con hacha luminosa 

Rojo sol, que con hacha luminosa 
cobras el purpúreo y alto cielo, 
¿hallaste tal belleza en todo el suelo, 
que iguale a mi serena Luz dichosa? 

Aura suave, blanda y amorosa, 
que nos halagas con tu fresco vuelo, 
¿cuando se cubre del dorado velo 
mi Luz, tocaste trenza más hermosa? 

Luna, honor de la noche, ilustre coro 
de las errantes lumbres y fijadas, 
¿consideraste tales dos estrellas? 

Sol puro, Aura, Luna, llamas de oro, 
¿oístes vos mis penas nunca usadas? 
¿Vistes Luz más ingrata a mis querellas? 
 
                0000000000000
 
Mi bello sol, si voy de vos ausente
 
 Mi bello sol, si voy de vos ausente   
 a parte extraña, do el dolor me ofende,   
 y el fuego, que mi alma presa enciende,   
 en dulce amor contino está presente;   
 
 aunque el color purpúreo de Oriente,  
 do el sol menor de vuestra luz desciende,   
 vea cerca, y do el manto oscuro tiende   
 el apartado extremo de Occidente;   

 conmigo irá el Amor en igual parte   
 con la mitad del alma, que me alienta;  
 que el resto vive en vuestra faz, que adora;   

 y dividido en una y otra parte,   
 presente con el bien que me sustenta,   
 siempre veré resplandecer mi Aurora.
 
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Pienso en mi pena atento y mal presente 
  
Pienso en mi pena atento y mal presente,   
y procuro algún medio al daño instante;   
pero soy en mi bien tan inconstante,   
que vuelvo a la ocasión la incierta frente.   
 
Cuando me aparto y cuido estar ausente,  
menos de mi peligro estoy distante;   
voy siempre con mis culpas adelante,   
sin que de tantos yerros escarmiente.   

Noble vergüenza mía, que el perdido   
valor sientes, ¿por qué no abrasa el pecho  
y vence tu virtud mi desvarío?   

Si del error y sombra del olvido   
me sacas, diré, en honra de este hecho,   
que sólo debo a ti poder ser mío. 
 
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 Que bello nudo y fuerte me encadena

 ¿Qué bello nudo y fuerte me encadena   
 con tierno ardor, en quien amor airado   
 me enciende el corazón, y en un cuidado   
 duro y terrible siempre me enajena?   
 
 El oro que al Gange indo en su ancha vena  
 luciente orna, y en hebras dilatado,   
 con luengo cerco y terso ensortijado,   
 gentil corona en blanca frente ordena.   
 
 ¡Oh vos, que al sol vencido, prestáis fuego,   
 en quien mi pensamiento no medroso 
 las alas metió libre, y perdió el vuelo!   

 Lazos que me estrecháis, mi pecho ciego   
 abrasad, porque en prez del mal penoso   
 segura mi fe rinda su recelo.
 
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 ¡Oh cara perdición! ¡oh dulce engaño! 

 ¡Oh cara perdición! ¡oh dulce engaño!   
 suave mal, sabroso descontento,   
 amado error del tierno pensamiento,   
 luz, que nunca descubre el desengaño,   
 
 puerta por la cual entra el bien y el daño, 
 descanso y pena grave del tormento,   
 vida del mal, alma del sufrimiento,   
 de confusión revuelta, cerco extraño,   
 
 vario mar de tormenta y de bonanza,   
 segura playa y peligroso puerto,  
 sereno, instable, oscuro y claro cielo,   
 
 ¿por qué como me diste confianza   
 de osar perderme, ya que estoy desierto   
 de bien, no pones a mi mal consuelo?   

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 No es  tan duro mi pecho que no sienta
 
 No es tan duro mi pecho que no sienta   
 la fuerza del dolor que en él desciende;   
 mas amor, por más daño, me defiende   
 que descubra las llagas de mi afrenta.   
 
 quiere que calle el mal y que consienta 
 la pena que me aqueja y siempre ofende,   
 y en fuego desusado tarde enciende   
 el corazón, que en llama se sustenta.   

 Si esta grave pasión no perturbara   
 el pecho, bien pudiera confiado  
 llegar al dulce fin de la alegría;   

 mas ¡ay, cuánto es esta esperanza cara!   
 y por mirar su bien ¡cuánto ha pasado   
 de afán y de tormento la alma mía! 
 
               000000000000
 
 La muerte pido, un corazón amante
 
 La muerte pido, un corazón amante   
vos me entregáis, y me dejáis ausente   
de las bellas lazadas de oro ardiente   
y del sereno y celestial semblante.   

¿Por qué no temo pues el mal instante, 
aunque sus rayos Marte ya clemente   
contraiga, si el dolor que está presente   
cansa el pecho en sus lástimas constante?   

Este afán no esperado, esta partida   
el errante furor enciende fiero,  
no el trabajo cruel de enferma suerte.   

Tal me hallo en la ausencia aborrecida,   
que el dado corazón fue triste agüero   
al duro cierto riesgo de la muerte. 
 
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 Huyo la blanda voz y el tierno canto
 
 Huyo la blanda voz y el tierno canto,   
que celeste armonía espira y suena,   
desta, de España luz, gentil sirena;   
mas vuelvo al fin sujeto al dulce encanto.   

Bien sé que este placer acaba en llanto;  
que esto es imagen cierta de mi pena,   
y amor injusto siempre me condena,   
porque sirvo y padezco y sufro tanto.   

Ulises, que pudiste venturoso   
surcar seguro y sin temor del daño  
el golfo de la bella Leucosía,   

¿Cuánto fueras más grande y valeroso   
si tentaras perderte en este engaño   
oyendo a la inmortal sirena mía?  
 
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El fuego que en mi alma se alimenta 
    
El fuego que en mi alma se alimenta,   
y consume al estéril duro frío,   
da vida al casi muerto pecho mío,   
y en virtud de sus llamas me sustenta.   
 
Justo es que muera y viva en él y sienta 
la gloria de mi dulce desvarío,   
porque de mis trabajos yo confío   
la esperanza del premio en quien me alienta.   

Como en inmenso frío junta espira   
inmensa oscuridad, cuya tristeza  
ocupa el corazón con grave pena:   

Así con el excelso ardor conspira   
excelsa luz, que deja en su belleza   
mi alma de alegría y de bien llena.   
            
                                                                                 

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